sábado, 6 de agosto de 2016

El corazón avisa

El corazón nos avisa, uno sabe,  presiente,  escucha los sonidos del quiebre de ese hilo invisible que de repente se corta.
El sonido es difuso, algo entre la caída de una copa a medio llenar y la agónica respiración del moribundo. Si cierras los ojos y escuchas, oirás claro como ese nudo se desata y la cadena se rompe.  Parece que algo nuestro de quiebra como si nos faltará un pedacito que no sabemos de donde es o como lo perdimos.  Nos hacemos tontas,  decidimos que no se pueden romper las relaciones así, con un suspiro o más bien con un ahogo y luego la vida sigue como si nada. El corazón nos avisa,  la piel avisa, la somatización violenta e inconsciente de la perdida,  el preludio mudo de una muerte anunciada y de un pronto corazón roto.
El corazón sabe y la cabeza procesa,  decanta las ideas y tropiezas con la barrera racional de que las sensaciones o vibraciones no se conectan a un nivel diferente, que los lazos no se rompen sin mediar palabras y que más vale esperar que sea un mal sueño. Pero no fue sueño, no estás dormido cuando eso pasa, estas despierto y conectado al universo a un nivel primario, la negación racional de aquello que nos desconcierta o en este caso nos desconsuela.
Mientras escribo se me agolpan las ideas y se destraban los murmullos, los sonidos, las hipótesis sentidas y obviadas,  la ausencia aparece y siento la necesidad de decirte adiós antes de verte, de respirarte, antes de sentirte y confiar en que no ha pasado nada.  Ya te fuiste ahora sólo me queda despedirme de tu fantasma o más bien de tu ser difuso que aún no sabe, que se ha ido.
A lo mejor cuando una decisión se fija en nuestro cuerpo,  cabeza y corazón,  esta decisión toma forma y vida propia.  Quizá esa decisión es honesta y respetuosa. Quizá esa decisión es justa y considera que avisarnos es de buena crianza. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario